Relato |
Día |
Esperamos que a través de la bitácora hayamos
logrado, no sólo contaros nuestra experiencia, sino haber sido
capaces de plasmar otra realidad y llevarnos a todos a una
reflexión sobre las enormes desigualdades sociales y económicas
que existen en el mundo. Podemos deciros desde aquí que es
posible colaborar en la mejoría de esta situación con pequeños
esfuerzos, por lo que nos comprometemos a dejar una puerta
abierta con estas gentes. Pediros que no os olvidéis de ellos.
Gracias a todos por seguirnos y soportarnos. |
Lo primero que nos recibe en África, a
nuestra llegada a Bamako es una gran sonrisa. Abou, miembro y
presidente de nuestra contraparte local Action Sans Frontieres
que nos muestra toda su ilusión y cariño por nuestra llegada.
Esto que ahora nos sorprende tanto, pronto comprobaremos que es
la tónica general en el ánimo de todo aquel, niño o adulto, con
el que nos cruzamos. De todo lo que me llama la atención de este
país y de su gente, nada es comparable con la sensación que
tengo de que tenemos muchísimas cosas que aprender de los
habitantes. Son generosísimos, te abrazan sin conocerte y su
mirada, limpia y pura, no esconde ni sus necesidades primarias
ni afectivas ni su curiosidad por nosotros. Pocos días me he
sentido más querida que hoy. Vamos por las calles andando con
niños que se nos abrazan, casi sin dejarnos caminar y una
caricia o una mirada cómplice, un guiño, unos juegos o unas
simples cosquillas, hacen que les cueste a ellos y nos cueste a
nosotros, cada vez más, separarnos de ellos. Podría contar mil
anécdotas en estas primeras horas en África. Sin embargo, me
quedo con esta increíble sensación de estar recibiendo un cariño
tremendo y una lección de humanidad irrepetible. Ahora sabemos de primera mano por qué
África engancha. Una parte de nuestro corazón se quedará aquí
sin lugar a dudas. |
Tramitando
nuestro visado a las 4 de la mañana
Día 1
LLEGADA
Visita a las
familias de las mujeres viudas de Samanko |
Partimos a primera hora de la mañana de
Bamako, poco después del amanecer. Es la mejor hora para viajar
ya que luego el calor es insoportable. Marzo y abril son los
meses más calurosos del año. Más de 40º. Nuestro destino, la
sabana. 270 kilómetros de distancia. Llegaremos a Mpebougoula a
la hora de comer. Es una aldea de 800 habitantes aislada en
medio de la nada. En esta población hay más de 500 niños y niñas
con menos de 15 años. No dispone de agua potabilizada, la sacan
y beben de un pozo directamente, ni de electricidad. La vida
empieza y acaba con el sol. Aquí hemos subvencionado la
reconstrucción de su única escuela, que estaba en estado
ruinoso, y los habitantes, como buenos gestores, han logrado
estirar el presupuesto para construir más clases de las
previstas. Creo que nuestra visita les ayudará a
mejorar su calidad de vida actual, ya que uno de nuestros
objetivos es enseñarles a usar los paneles fotovoltaicos, que
llevamos con nosotros y que alimentan lámparas de iluminación de
24 leds. Con ellas podrán continuar las clases cuando oscurezca
e iluminar las calles. También les dejaremos 100 linternas a
dinamo sin necesidad de pilas y baterías, con lo que podrán
iluminar sus hogares cuando quieran. Otro de nuestros objetivos es instruirles
sobre la construcción de cocinas solares sencillas, para
aprovechar la energía del sol en la cocción de alimentos y agua.
Hecha de cartones y aluminio, su coste es bajísimo y su
rendimiento excelente. Si a eso, añadimos la aportación de 250
metros de aluminio, completamos la ayuda. Seguiremos con el experimento de probar las
semillas españolas de tomates, calabacines, lechugas, cebollas,
zanahorias, pimientos y melones en esta roja y polvorienta
tierra, que te cala hasta los huesos tanto física como
psicológicamente. Por supuesto que no nos olvidamos de la
diversión y el deporte, y es por eso que les instalaremos
equipos de ping-pong y de badminton, como medio de trabajo en
equipo y estimulación hacia los valores solidarios. Estos días serán muy intensos y estaremos
aislados del mundo, ya que no existe cobertura telefónica ni
cualquier otro lujo a los que tan habitualmente estamos
acostumbrados. Estoy seguro que en los siguientes relatos
estaremos con el alma a flor de piel ya que intuimos que nos
esperan múltiples muestras de cariño que harán imposible
contener nuestras emociones. Abrazos y besos solidarios. |
Con el coche
estropeado en medio de la sabana, lo importante es darnos un
abrazo y retratarnos
Día 2
CAMINO DE LA
SABANA
Una calle de la
capital Bamako |
Estamos muy cerca de llegar a Mpegoudoula.
Cogemos uno de los últimos caminos de tierra rojiza y Abou nos
avisa que la aguja del panel de control marca la temperatura de
120 º, nos detenemos a revisar el motor. Se ha roto el manguito
que conduce el agua que refrigera el ventilador. Y estamos a 40
º C. Rellenamos el depósito de líquido y apañamos con cinta
aislante el manguito. Baja la temperatura a 80 º C. Reanudamos
la marcha pero sólo avanzamos unos metros. Así estaremos unas
cuantas veces hasta terminar de llegar y solucionarlo un poco
más tarde. Son casi las cuatro de la tarde y no hemos podido
comer por la avería. Nos disculparemos por ello y no comeremos
nada hasta la cena ya que la agenda es apretada. Antes de llegar a Mpegoudoula nos asusta un
disparo detrás de otro. Los cazadores de la aldea han salido al
camino de entrada para recibirnos. Detrás de ellos y formando un
pasillo están todos los habitantes del pueblo cantando y
bailando. Nada más llegar a la sombra de un gran mango, todo el
país está lleno de ellos, hacemos un círculo y empezamos a
bailar danzando entre ellos. Después de un buen rato nos sientan
en una explanada y nos empiezan a hablar. La gran y continua
labor de Leticia nos permite que Abou traduzca del dialecto
local al francés y ella lo haga al español. Nos dan la
bienvenida y nos muestran su respeto y orgullo por haberles
visitado, nos dicen que hace 50 años que no les visita ningún
colonialista. En estas aldeas se rigen por un consejo de
ancianos en orden estrictamente jerarquizado de menor a mayor
edad y siempre hablan los más jóvenes hasta llegar al más
anciano. Hablamos de personas entre cuarenta y pocos años hasta
setenta años. Se conservan bien. Son razas muy altas. Pero
recordemos que la esperanza de vida oficial de las zonas rurales
es de 51 años. El ritual del saludo es muy importante y le
dedican muchas frases y tiempo a ello. Cada vez que ven a
alguien por las calles lo practican. Traducido parecida al
español sería así, diciendo las mismas preguntas entre las dos
personas. ¿Qué tal estás? Respuesta ¿Y la familia? Respuesta ¿Y
tus hijos?, ¿Todo bien? ¿Y los animales? ¿Qué tal tu padre o
madre. Después de nuestro recibimiento, pasamos a visitar el proyecto de reforma de la escuela. ¡Vaya sorpresa nos llevamos! No sólo han terminado las obras (que debían terminar en junio), sino que gracias a Abou y ASF y a la colaboración de todo el pueblo ¡han creado 2 clases totalmente nuevas, han reformado otras 2 y han adecuado otra! Y encima están esperando nuestra llegada para que inauguremos oficialmente las nuevas aulas. ¡Esta gente es la repera!
Después de ver lo bien que se han realizado las obras (se aprecia una gran diferencia entre las clases nuevas y las antiguas) y de visitar su “enfermería”, nos reunimos todos bajo una gran sombra (vital para la supervivencia en Mali en esta época) para escuchar los proyectos que los habitantes de Mpebougoula (¿mpebougoulienses?) nos presentan. Como venimos constatando desde nuestro primer día las necesidades no tienen fin a pesar de la limitación de los recursos y claro está, del dinero. Quizás lo que más llama mi atención es que nos dicen que la mortalidad infantil ha aumentado desde que se han quedado sin medicinas. Ni que decir tiene que nuestros botiquines personales se vaciaron aquella misma noche: yodo, tiritas, gasas… como veis, necesitan hasta las cosas más básicas.
Después de esta reunión, intentamos repartir algunos caramelos que hemos traído, enseñarles a jugar al ping-pong y al badminton pero se nos hace de noche y este pueblo no tiene luz, así que a toda prisa recogemos y explicamos al profe de la escuela lo que le estamos dando para que él lo reparta otro día. Los globos fascinan a todos, especialmente a las mujeres.
El balafó nos espera; es un instrumento parecido a un xilófono gigante del que cuelgan calabazas secas a modo de amplificadores. Esto da nombre a la fiesta donde se toca dicho instrumento, y ésa fiesta está preparada para celebrar nuestra llegada, nuestra ayuda: por nosotros. Es increíble cómo nos están tratando. Pero antes del balafó, una cenita a base de arroz y la preparación de nuestras camas: las estrellas y el ramaje de un gran árbol serán nuestro techo. Una cosa: no os fiéis de las noches en la sabana: son más frías de lo que parecen. De hecho, menos Tati que iba preparada con un saco “gordito”, los demás pasamos frío. Yo misma dejo la mitad de mi voz en Mpebougoula.
La fiesta empieza y no dejamos de bailar, lo que les emociona muchísimo. Sabemos que lo hacemos pésimamente porque no paramos de verlos reír, pero están encantados (y nosotros más) por lo que seguimos con ello. Un montón de foulards vienen a adornar nuestras cabezas. Es una muestra de respeto típica de allí. Cuando el baile termina… ¡no somos capaces de reconocer quién nos ha dado su foulard! Jajaja, aún no somos capaces de reconocerlos, y menos en la oscuridad. Lo más gracioso es que a ellos les pasa lo mismo con nosotros.
La fiesta continúa y nosotros también querríamos seguir, pero el día ha sido duro (viaje de 270 kms no siempre por carretera, avería del coche, solazo increíble, madrugón previo, danza, baile…) así que nos vamos a dormir bajos la luna.
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Una de las casas
típicas de las zonas rurales
Los hechiceros
nos reciben a nuestra llegada a la aldea
Día 3
EN LA ALDEA DE
MPEBOUGOULA
En la inauguración de nuestra
escuela, no nos llegamos a creer la repercusión de nuestros
actos...
Nuestro despertar al amanecer
al raso retratados por nuestra reportera dicharachera Leti
Bailando en el
balafó con los foulares como señal de respeto
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Después de acudir al consejo del pueblo en donde nos regalan una oveja y dos gallos (que evidentemente rechazamos con toda la amabilidad posible) nos dan la ruta no sin antes volver a agradecernos por enésima vez todo lo aportado (lámparas solares, linternas a dinamo, caramelos, globos, un set de ping-pong y otro de badminton, semillas y abono líquido). Como ya hemos comentado los saludos son una parte importantísima en la cultura maliense, y africana en general. Por ello, un invitado no puede irse sin más de casa de su huésped; tiene que pedir la ruta, es decir, pedir permiso y la bendición de su anfitrión para poder marcharse. Con la ruta otorgada y la bendición de todo el pueblo, seguimos nuestro camino. ¡Se nos ha hecho tan corto!
El camino hasta Tinko, el pueblo natal de Abou, es prácticamente un camino para hacer bici-cross o moto-cross en plan “light” así que los bajos del coche de Drissa, en el que viajamos, tocan constantemente el suelo. Lo terminaremos rompiendo.
La llegada a Tinko es similar a la de Mpebougoula: los cazadores tiran unas salvas para anunciar nuestra llegada. Tenemos que bajarnos del coche para ir al encuentro de todos los que se han acercado a recibirnos. Dos hombres con unas máscaras muy raras para nosotros están bailando delante de nosotros. Abou nos explicará más tarde que esas máscaras sólo las pueden llevar aquellos niños no-circuncidados que han resultado el primero y el segundo de una serie de pruebas físicas que tienen como objetivo fomentar la hombría y el espíritu de comunidad entre los más jóvenes.
Después de los primeros bailes con el balafoísta, Abou, que tiene una mente organizadora prodigiosa nos insta a seguir con el programa. No puede pasarnos como en Mpebougoula, tenemos que visitar el dique y hacer una demostración de las cocinas solares. De hecho, alguien de Mpebougoula se ha desplazado hasta Tinko para poder asistir también a la explicación.
La presa temporal que han construido en 20 días es alucinante; en España hubiera costado 2 meses, como poco para que hicieran lo que ya han hecho. Hacemos un montón de preguntas técnicas (bueno, yo me limito a traducir, que soy de letras y de diques no entiendo) y nos llevamos la máxima información posible. Si pudiéramos conseguir financiación para el gran dique permanente, la zona mejoraría inmensamente: por un lado, el éxodo rural de los jóvenes en busca de trabajo desaparecería; por otro, el agua acumulada por esa gran presa abastecería en la época seca a todos los pueblos de la zona. Para nosotros, es uno de los proyectos clave para darles autonomía, a ellos y a los pueblos de alrededor y así se lo comunicaremos cuando nos presenten los proyectos.
La comida de ese día conlleva una nota de humor. Nos dieron una parte de la oveja que mataron para que comiéramos y… una parte nos la dieron para hacer a la parrilla. Claro que nunca hubiéramos imaginado una miniparrilla para hacer la carne. Tardamos lo que no está en los escritos y finalmente la dejamos haciéndose para ir a comer arroz y explicar lo de las cocinas solares.
Teníamos lo necesario para ello: unos cartones, el papel de aluminio que les hemos llevado y pintura negra. De nuevo me sorprenden: todos escuchan atentamente las explicaciones de Carlos en español, mi traducción en francés y la traducción de Abou en bambara. No solo escuchan, sino que sus posteriores preguntas demuestran que están absorbiendo a la perfección toda la información. Me alucina la capacidad de escucha y procesamiento que tienen. Hay que recordar que muchos no han ido a la escuela. Ahí queda dicho.
Después de esto, nos reunimos con el resto del pueblo que están bailando con el balafoísta. Nos apuntamos a la fiesta: el jefe de Tinko, el padre de Abou, nos hace el honor de salir de su casa para asistir al balafó de la tarde con nosotros. Lo hará de nuevo por la noche (es muy raro que el jefe salga de su casa) dando lugar a una de las anécdotas más divertidas: no lo reconocimos.
Llega Abou y volvemos a escuchar los proyectos del pueblo. Todos estamos cansados (tanto ellos como nosotros) y nos vuelve a sorprender la noche. Esta vez el pueblo tenía luz en la plaza, pero aún así las lámparas solares que hemos llevado nos ayudan a explicar al profe lo que les hemos traído. Tatiana, Alberto y yo esperamos a la fiesta cantando música española de la más diversa índole: flamenco, la movida española,… Las mujeres que vivían al lado de nuestra casita de invitados no paran de reír. Algo más tarde y después de la cena, nos dirigimos a bailar una rondita de balafó antes de dormir. Tenemos que salir temprano hacia Bamako para comprar nuestros billetes a Senegal (el viernes de nuestra llegada era festivo y no pudimos hacerlo)-
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Nuestro "gran
hombre poderoso" Abou, con él todo es posible
En la reunión
con el consejo de ancianos
Paritorio
Día 4
EN LA ALDEA DE
TINNKO
Los expertos y
cachitas bailadores del balafó, alguna suspiró por ellos...
La "orquesta
balafó" al completo
El cantante rinde
homenaje al jefe de la aldea que porta su lanza en signo de
distinción
Este es el baño
de la aldea |
De regreso a Bamako nos damos cuenta de que el coche de Drissa no aguanta más y pierde aceite. Nos preocupa que la avería sea grave. El gran hipopótamo (Mali) no nos deja irnos. El azar hace que los vuelos de Air Mali a Senegal estén completos para ese lunes y el día siguiente. Decidimos pues quedarnos y visitar más proyectos. No nos arrepentiremos.
Salimos hacia casa de la guapa Cadi, mujer de Yacouba, miembro de ASF. Ya estuvimos comiendo un día en su casa. Nos preparará un plato de pescado y patatas exquisito que acompañaremos de mangos, nuestra fruta estrella en este viaje.
Después de comer, Cadi nos expondrá su proyecto de escuela infantil y primaria para la zona. La calma, la elegancia y el “savoir-faire” de esta mujer no dejan de impresionarnos. Acudimos a visitar el terreno que ya tienen para ubicar esta futura escuela. Es una mujer muy inteligente que escucha atentamente los comentarios y propuestas que le hacemos.
Aprovechamos para ver el suministro de agua de la zona. Ya lo habíamos visitado anteriormente, pero hablamos un poco más detenidamente sobre las lámparas potabilizadoras de agua, explicando a Abou su cuidado y manutención.
Ese día llegamos al hotel temprano; no podemos hacer más por hoy. Los chicos deciden darse un bañito en la piscina, porque el calor es insoportable. Bueno, los chicos y finalmente yo: con ropa, chanclas y móvil incluido jajaja.
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Tatiana con el
hijo de Kadi y Yacouba
Día 5
REGRESO A BAMAKO
Retrato de
Alberto y Leti con Kadi |
Por la mañana nos levantamos temprano como exigen estos viajes. Además es la hora en la que menos calor hace.
Esta vez tenemos dos objetivos claros antes de la cena de despedida con los miembros de ASF: visitar una ONG española que trabaja con las mujeres en zona de conflicto e intentar encontrar una monja, también española, que pudiera ser nuestro contacto in situ.
El primero de nuestros objetivos se ve truncado. Al no avisarles con tiempo, no nos atienden más que unos minutos en el que nos explican por encima qué están haciendo y cuánto tiempo llevan allí. Bueno, pues a por el siguiente.
Otra anécdota del viaje: en lugar de ir a la embajada española, cogemos unos taxistas y entre la dirección incorrecta que teníamos y su desconocimiento de dónde estaba la embajada, nos plantamos directamente en casa del embajador. Digo yo que nos podía haber sacado un pincho de tortilla, ¿no?
Pues nada, otros taxis para ir a la embajada de verdad en búsqueda de la monjita perdida. Allí nos recibe Manolo, quien tras muchas búsquedas con su ordenador, nos dice que no tiene noticias de dicha persona. Parece que nuestro viaje ha sido en balde pero ¡no! Porque allí mismo hay una oficina de la AECID en donde nos informa un malí simpatiquísimo de las próximas convocatorias para ayudas. Resulta que la presa de Tinko encaja en uno de los puntos principales de dichas ayudas.
De vuelta al hotel tenemos una reunión con Abou en donde hacemos una gran recapitulación de nuestro viaje y donde ponemos le explicamos cómo tenemos que hacer para presentarnos a la convocatoria de la AECID.
Llega un momento duro del viaje: Abou tiene que regresar a Benin, donde reside. La despedida se alarga y nos cuesta un montón darle la ruta. Han sido tantas las anécdotas, las historias que nos ha contado, el cariño que le hemos cogido, que parece mentira que lo conozcamos tan solo de hace unos días.
“Puissanci, Abou, puissanci, amindae” (trascripción fonética). Esto es lo que le cantaban los niños de los pueblos en nuestro camino hacia Mpebougoula y Tinko. “Abou eres poderoso”. Esto es lo que le cantamos para despedirnos de él. Tardaré mucho en conocer a otro hombre con esta calidad humana.
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Balsa temporal
que acogerá el agua del dique en temporada de lluvias
Días 6 y 7
EN BAMAKO
Todos los
integrantes del viaje |
Nuestro último día también es algo completo a nivel de tareas, no tanto de emociones. Pasamos la mañana comprando algunos regalitos para los nuestros y visitando el museo de artesanía de Bamako. La verdad es que, comparado con museos europeos no es muy grande, pero la originalidad de exposición en las telas y las recreaciones en miniaturas de edificios clave en la historia de Mali es digna de admirar.
Comemos en el mismo museo una ensalada (unas de las comidas que más apreciábamos allí debido al calor y a la escasez de variedad en la alimentación) y partimos hacia Samanko. Hemos intentado realizar la compra del molino “quita-vainas” que nos habían pedido, pero la premura en el pedido nos hacía temer una instalación incorrecta. Aún así, queríamos darle la noticia nosotros mismos.
Los niños nos reconocen nada más llegar. Esto hace que estén más cariñosos si cabe con nosotros. Algunos juegan al fútbol con Carlos, otros juegan con Alberto y Tatiana. A mí, algunos me tocan las puntas de la coleta: ¡pelo rubio! Jajaja Estamos encantados de estar allí y de terminar nuestro viaje allí donde lo empezamos: con las viudas de Samako.
Llevo todo el viaje traduciendo y reteniendo las lágrimas de emoción por todo lo bien que nos están tratando. Sin embargo, esta vez no puedo contenerme, las últimas palabras se me quiebran en la garganta: mi afonía y la emoción me impiden seguir traduciendo. No dejo de pensar que nos llevamos mucho más de lo que hemos aportado.
En el taxi de vuelta a la capital (Samanko está como a unos 30 kms) las lágrimas afloran con la música melancólica que nuestro taxista nos pone. En un intento de consolarnos, nos comenta que no hay problema con que hayamos sobrepasado el tiempo de espera estipulado de antemano (el otro taxista no fue tan amable y nos hizo pagar más). Nos explica que el tiempo para el africano es diferente que para nosotros.
De vuelta al hotel para nuestras últimas horas en Mali. Las calles del hotel recogen a bebés durmiendo en la acera, gallinas y ovejas buscando comida entre la basura, niños sin zapatos, … todo ello no puede eclipsar el brillo que han demostrado tener los habitantes malíes.
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Desayuno en el
albergue
En la
habitación con mosquitera del albergue
Día 8
ULTIMO DIA
Máquina de moler
cereales de las viudas de Samanko |
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